Ya eres uno más

SEAS BIENVENID@

Los Salvatorianos en el Ecuador te damos un grato saludo y te invitamos para que no sea tú primera visita, sino que ésta te anime a regresar.

Nos gusta mucho compartir contigo nuestro caminar y nuestra fe, nos gustaría contar con tus comentarios y con tus palabras de aliento.

Que la fe en nuestro Dios Trinidad nos una cada día más, que juntos podamos entregar la buena nueva a todos y de todas las formas que el amor de Cristo inspire a los que aún no lo conocen. Bienvenid@

DESEO SALVATORIANO

Tomando las palabras de Juan les decimos:
"Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido.".

1 Juan 1, 1-3

miércoles, 12 de noviembre de 2014

Segunda Parte del Padre Nuestro

Danos hoy el pan de cada día 

Esta oración tan completa que entrega Jesús a sus discípulos, el Padre Nuestro, luego de presentarnos sus tres anhelos: Santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino y hágase tu voluntad; nos encontramos con cuatro gritos de angustia de la humanidad, empezando con el grito de hambre: “Danos hoy el pan de cada día”.

San Agustín decía, mientras reflexionaba este grito: “Cuando decimos: Danos hoy nuestro pan de cada día entendemos que hoy significa el tiempo presente (esta vida nuestra, nuestra historia), para el cual pedimos nos conceda todo lo necesario, denominándolo con la palabra ‘pan’ como la parte más noble e importante de todo lo que necesitamos (para alimentar nuestra existencia de hijos). O también decimos ‘pan’ para referirnos al Sacramento de los fieles (Eucaristía), que necesitamos en el tiempo pero no solamente para el mero bienestar temporal sino para la felicidad eterna.”.

El reino de Dios es posible cuando el hambre no haga parte en la vida de nadie, cuando podamos compartir nuestros bienes para que a todos se les pueda anunciar la Palabra de Dios, alimento espiritual, porque ya lo pueden acoger con mayor agrado, pues no tienen el sufrimiento que causa la escasez, de la comida, el estudio, el techo y la recreación.

Como cristianos, que oramos con el Padre Nuestro, tenemos que comprometernos a compartir y velar porque quienes nos rodean gocen de lo necesario para vivir aquí y ahora y así reciban la esperanza de la vida eterna. 

Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos

El segundo grito de la humanidad es la reconciliación, solo con ella podemos hacer posible el reino de Dios, pero el perdón que nos invita a pedir Jesús en la oración del Padre Nuestro goza de dos direcciones, somos perdonados por Dios porque hemos logrado perdonar al hermano que nos ha ofendido. “Cuando decimos: perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden nos movemos a recapacitar tanto sobre lo que pedimos como sobre lo que en realidad practicamos, para que se nos conceda recibir lo que pedimos.” (San Agustín).

Necesitamos, como individuos, vivir el perdón como remedio a tanto dolor y sufrimiento que nos acompaña. Es urgente consolidar las relaciones en un clima de paz y alegría, para que las sociedades nos brinden el gozo de la comunión. El perdón ayuda a sanar, construir, crecer y alimenta el espíritu, por ello no podemos negarnos dar este paso de amor; venzamos los egoísmos y los resentimientos que quizás han alimentado la ofensa recibida y triunfemos sobre el orgullo que no nos permite pedir perdón a quien hemos ofendido. Recordemos que Dios no quiere solo afianzar una filiación (relación de Padre e hijo) sino también buscar que nosotros afiancemos una fraternidad (relación de hermanos).

Quien se niega al perdón, a recibirlo o a ofrecerlo, se queda estancado, enfermo y se va desgastando poco a poco. Quien perdona es quien primero sale favorecido.     

No nos deje caer en tentación  

La tentación es una realidad que vivimos todos y tenemos que enfrentarla todos, el mismo Señor Jesús vivió la tentación del maligno. Es así que es el tercer grito de la humanidad, pidiendo el auxilio divino, No nos dejes caer en tentación. No es que esté sólo en la acción de Dios el que no caigamos en la tentación, de él recibimos un auxilio, para ser más fuertes, más firmes y vencer la tentación que se nos presenta; “Cuando decimos: No nos dejes entrar en la tentación: nos damos ánimo para pedir esto, no sea que si cesase su auxilio, o bien engañados consintiéramos en alguna tentación o bien sucumbiéramos a alguna debilitados por la angustia.” (San Agustín).

Solos no podemos vencer la tentación, necesitamos tener un aliado más fuerte y más sabio, Dios. La tentación disfraza el pecado, nos lo muestra como agradable, bueno y sano, alejándonos así del reino de Dios. Sin el auxilio de Dios caemos fácilmente y fácilmente vamos arruinando nuestra vida. Y tengamos muy presente que la mayor tentación que se nos presenta es anular a Dios de nuestra vida, creer que somos autosuficientes, que solos podemos caminar en este mundo y vencer el mal que en él reina. Y luego tenemos las tres tentaciones principales que ofrecen al hombre una vida sin dolor, sin angustias y sin sufrimientos, pero claro está, nuevamente es un disfraz, son tener, poder y placer.       

Líbranos de todo mal  

El grito con mayor fuerza que eleva a Dios la humanidad es el deseo de ser librada del mal, líbranos de todo mal. Jesús es muy consciente de este grito y por eso no lo olvida en la bella oración del Padre Nuestro.

“Cuando decimos: líbranos del Mal renovamos la advertencia en que no estamos aún seguros en la posesión del bien, para que dejemos de temer que nos sobrevenga el mal. Y esta última petición de la oración del Señor abarca tanto, que el cristiano sea cual fuere la tribulación a la que esté sometido, gime con esa fórmula, con ella derrama su llanto, de ella parte, en ella se detiene y con ella culmina su oración.” (San Agustín).

El mal de este mundo nos agobia, nos desgasta y nos desanima para continuar caminando en busca del bien supremo. Por eso lo rechazamos con todas nuestras fuerzas y lo gritamos pidiendo la intervención divina para que sea alejado de nuestra vida. Pero también tenemos la obligación de tomar consciencia que en ocasiones somos nosotros, quienes hemos gritado “líbranos del mal”, los que causamos el mal de este mundo o lo alimentamos o lo impulsamos.

Es así que rezar el Padre Nuestro es comprometernos a no darle espacio al mal de ninguna manera, ni aceptarlo cuando sea causado por otros ni mucho menos ser nosotros propiciadores del mal. Siempre comprometidos por el bien que viene de Dios y que es Dios mismo. 

martes, 28 de octubre de 2014

Primera Parte del Padre Nuestro

Padre Nuestro que estás en el cielo

El judío, no había visualizado la dimensión paternal de Dios, pues para el judío Dios acompañaba, corregía, exigía, pero no lo concebían familiar con el hombre. Es Jesús quien revela que Dios es Padre e invita a que nos dirijamos a Él como Padre, “Cuando ustedes vayan a orar digan: Padre nuestro que estás en el cielo”. Y no es que Nuestro Señor hiciera una proyección de la paternidad humana, de ninguna manera; Dios es el origen de toda paternidad (Efesios 3, 14-15) su ser Padre está en su misma naturaleza trinitaria, desde siempre es Padre del Hijo, en la esencia misma de Dios se ha fundado la relación de Padre-Hijo (Hebreos 1, 1-14). La naturaleza paternal de Dios pertenece a su mismo ser.

Dios se ha mostrado a su pueblo como Padre (Éxodo 4, 22-23), Moisés entrega al pueblo un mensaje del Padre. Dios es Padre para los que ha llamado a la existencia desde la creación (Isaías 63, 16; 64, 7); es a su pueblo a los que cuida y custodia con infinito amor (Jeremías 31, 9), son sus hijos a los que corrige (Proverbios 3, 1-2.12) es el Padre de la ternura y de la protección (Salmo 27, 10; 103, 13, Eclesiástico 23, 1-4). Pero es en la persona del Hijo infinito (Jesucristo) que la presencia de Dios como Padre es más fuerte, solo debemos aceptarle (Juan 1, 12-13) y nacer en el Espíritu (Juan 3, 5), somos hijos en el Hijo (Gálatas 4, 4-5); de esta manera seremos herederos de la gracia eterna (Romanos 8, 14-17; Juan 20, 17).    


Como bautizados estamos llamados a buscar siempre vivir en una relación familiar con Dios, no encontrarnos con él como con un amo o verdugo, pues es el Padre, que nos amó primero (1 Juan 4, 19), nos escucha (Mateo 6, 5-6),se preocupa de nuestras necesidades (Mateo 6, 25-33), que se alegra cuando recapacitamos de nuestros errores (Lucas 15, 1-10), nos recompensa por actuar bien (Mateo 6, 1-4). Pero sobre todo es el Padre que nos propone una vida junto a él (Juan 14, 1-7).    

Santificado sea tu nombre 

Orar, la oración de Cristo Jesús, es unirnos a sus sentimientos más profundos. El primer sentimiento que desvela Jesús, en su oración, después de proclamar la paternidad divina, es santificado sea tu nombre de Padre; este sentimiento es a su vez el primer anhelo del Señor, que todos los hombres reconociendo a Dios como Padre, santifiquen su nombre.

Lo santificamos porque su bondad es infinita, nos mira con compasión infinita, siempre está presente, nos ofrece su mano para levantarnos, sus brazos para abrazarnos, su corazón para perdonarnos, su sabiduría para reorientarnos. Él siempre quiere y busca nuestro bienestar. Es tan grande su amor que compartió su poder depositándolo en nuestra libertad, permitiéndonos ser parte en la construcción de su reino, ¿cómo no santificar su nombre de Padre?

Este anhelo de Jesús, que el nombre de Dios Padre sea santificado, debemos apropiárnoslo y acoger las palabras sabías de San Agustín:

Cuando decimos: santificado sea tu nombre nos incitamos nosotros mismos a desear que su Nombre, que es siempre santo, también sea tenido por santo por los hombres. Esto es, que no sea menospreciado, lo cual no va en provecho de Dios, sino principalmente en provecho de los hombres.

Venga a nosotros tu reino

El segundo sentimiento de Jesús, develado en la oración que entrega a sus discípulos es, venga a nosotros tu reino“Y cuando decimos: venga tu Reino, Reino que, querámoslo o no nosotros, vendrá ciertamente, avivamos nuestro deseo de que venga a nosotros y que nosotros merezcamos reinar en él.”[1].

El reino de Dios es muy distinto al reino que pretenden constituir algunos con la violencia, el maltrato, la imposición, la codicia, la discriminación, entre otros males que deshumanizan por ser dueños del poder. Jesús quiere que el Padre reine en nuestra vida pero como Padre, que su poder lo experimentemos en la acogida, la justicia, la valoración, la solidaridad, la comunión, la dignidad y la plena felicidad y realización personal.

Y Dios no reinará entre nosotros si continuamos dándole mayor importancia a nuestros deseos, impulsos o caprichos, olvidando fácilmente el valor que tiene nuestra vida en sí; continuaremos deshumanizándonos y permitiendo que sea el mal el que reine entre nosotros.

Quien se apropia de este anhelo redentor, y ora con Jesús, “Venga a nosotros tu reino”, debe comprometerse a vivir en la dimensión de la unidad, la paz y el amor; los tres pilares para que el reino de Dios esté entre nosotros.

Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo

El tercer anhelo que nos presenta Nuestro Señor en la oración es “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”; él sabe que la única manera de darle una esperanza a la humanidad es en la obediencia a la sabiduría innata, Dios Padre. Nuestro Señor Jesucristo es ejemplo de obediencia, el apóstol nos recuerda, una obediencia hasta la muerte y una muerte de cruz (Filipenses 2, 8).

Ser obediente es permitirle a Dios que nos muestre el camino, que nos oriente, que nos eduque. Y pudiéramos preguntarnos, ¿por qué necesitamos obedecer a Dios? y la respuestas sería, porque Él tiene una mirada integral de la vida, no es caprichoso ni se deja llevar por los impulsos, su voluntad mira nuestro bienestar integral; a diferencia de nosotros, que para tomar una decisión, para tomar una elección, nos dejamos guiar por los caprichos, por los deseos pasajeros, por el interés personal. Decisiones o elecciones que luego traen consigo negativos resultados.

Es el momento de darnos la oportunidad de escuchar a Dios y obedecer a su voluntad, por más que nos cueste comprender sus designios, asumir sus propuestas y aceptar sus respuestas; pues siempre su voluntad tendrá contraposición con los criterios humanos. Pero también siempre su voluntad buscará nuestro bienestar.

Continuemos orando al Padre junto a Jesús para que la gracia del Espíritu Santo nos ayude a ser obediente como los Ángeles en el cielo la alegría celestial la empecemos a vivir aquí y ahora.  


[1] Explicación del Padre Nuestro por San Agustín. 

viernes, 22 de agosto de 2014

Narcisa de Jesús Martillo Morán

Nació en 1832, en la hacienda San José de Nobol, Daule, Ecuador. Fue hija de Pedro Martillo y Josefa Morán, campesinos propietarios, gente sencilla y profundamente creyente. En 1838, cuando contaba 6 años, falleció su madre.

Tuvo una clara percepción de su llamada a la santidad, especialmente a partir del sacramento de la Confirmación. Adquirió la costumbre de retirarse con frecuencia a un bosquecillo cercano a la casa, para entregarse libremente a la contemplación de las realidades divinas. Se propuso imitar a Santa Mariana de Jesús, identificándose con la vocación de víctima. Asumió un camino arduo de penitencia, para unirse más íntimamente a Cristo sufriente y ayudarle a la redención del mundo. Colaboraba en los trabajos domésticos y en los del campo. Era una joven reflexiva, amable, alegre, de carácter dulce y apacible, sumamente buena y obediente, caritativa, compasiva para con los pobres, extremadamente piadosa, amada por todo el vecindario. Joven muy hermosa, de ojos azules y cabello rubio, esbelta, fuerte y ágil. Se manifestó una excelente catequista.

En enero de 1852 falleció su buen padre. Narcisa, que contaba 19 años de edad, pasó a Guayaquil y se hospedó con una familia muy conocida que habitaba junto a la catedral.

Impulsada por un anhelo de mayor perfección y aconsejada por un religioso franciscano, se embarcó en junio de 1868 para Lima, Perú, y vivió como seglar interna en el convento dominicano del Patrocinio.

A finales de septiembre de 1869 se le declararon unas fiebres. Poco pudieron hacer los remedios médicos, pero continuó con su ritmo de vida normal, y así hasta finalizar la novena y celebrar con gran gozo la Eucaristía en la solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, 8 de diciembre de 1869, Al final de la jornada se despidió de las hermanas, porque iba a realizar un viaje muy largo. Lo tomaron a broma, pero al poco rato una de ellas, la encargada de bendecir las habitaciones, advirtió un resplandor y una fragancia especial en la suya. Acudió la comunidad y comprobaron que había muerto. Contaba 37 años de edad.


Se supo después que había hecho voto privado de virginidad perpetua, de pobreza, obediencia, clausura, ayuno a pan y agua, comunión diaria, confesión, mortificación y oración. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 25 de octubre de 1992 y el Papa Benedicto XVI la canonizó el 12 de octubre de 2008.

viernes, 15 de agosto de 2014

Santo Hermano Miguel Febres Cordero

El día de su nacimiento en Cuenca el 7 de noviembre de 1854, sus padres tuvieron una gran tristeza al ver que el niño tenía los pies deformes. Y a los cinco años el pequeñín todavía no había dado los primeros pasos. Pero sucedió que un día observando un rosal florecido en el jardín de su casa gritó: "Miren qué hermosa es la señora que está sobre las rosas". Acudieron los familiares pero no vieron nada especial; y luego todos quedaron maravillados al ver que el niño se levantó y comenzó a caminar. La Virgen había empezado a ayudarle de manera impresionante.

Los religiosos Hermanos Cristianos fundaron un colegio en Cuenca y allí fue matriculado Miguel Febres. Miguel sobresalía entre los alumnos por su gran inteligencia pero sobre todo por su inmenso deseo de aprender.

Miguel deseaba ser Hermano Cristiano, pero sus familiares se le oponían porque ellos eran de clase rica y en cambio aquellos religiosos vivían muy pobremente. Lo envían a otro instituto pero allí se enferma y tiene que volver a su casa. Entonces al fin la familia le permite hacerse religioso Lasallista y toma el nombre de Hermano Miguel.

El trabajo del Hermano Miguel desde que entra a la comunidad hasta su muerte será sumamente intenso y no conocerá descanso ni tiempos perdidos en inutilidades. Dedicado de tiempo completo a ser útil a los demás, todas las horas del día dando clase, enseñando catecismo, atendiendo enfermos, estudiando idiomas (logra hablar cinco idiomas: alemán, inglés, italiano, francés y latín) y escribiendo libros.

En 1907 los Superiores Mayores de su congregación lo invitan a que vaya a Europa a dirigir la publicación de libros que la Comunidad repartirá por muchos países. Se dirige a Bélgica, pero el clima de aquel país, con sus inviernos tan rígidos, le afecta la salud. Sin embargo, sigue trabajando fuertemente. Lo trasladas a España, donde el clima es más suave y el 9 de febrero de 1910, atacado por una pulmonía, muere santamente.


Después de su muerte empezaron a obtenerse milagros maravillosos por la intercesión del hermano Miguel y el 21 de octubre de 1984 el Papa Juan Pablo II lo declaró santo. 

viernes, 8 de agosto de 2014

Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores

Nació en Quito en 1618. Desde los cuatro años quedó huérfana de padre y madre y al cuidado de  su hermana mayor y de su cuñado, quienes la quisieron como a una hija. Desde muy pequeñita demostró una gran inclinación hacia la piedad y un enorme aprecio por la pureza y por la caridad hacia los pobres. Ya a los siete años invitaba a sus sobrinas, que eran casi de su misma edad, a rezar el rosario y a hacer el viacrucis.

Al escuchar un sermón acerca de la cantidad tan grande de gente que todavía no logró recibir el mensaje del Evangelio, dispuso irse con un grupo de compañeritas a evangelizar paganos. Otro día se propuso irse con otras niñas a una montaña a vivir como anacoretas dedicadas al ayuno y a la oración. Ante el fracaso de entrar en la vida religiosa, ella se dio cuenta que Dios la quería santificar quedándose en el mundo. Se construyó en el solar de la casa de su hermana una habitación separada, y allí se dedicó a rezar, a meditar y a hacer penitencia.

Se propuso cumplir aquel mandato de Jesús: "Quien desea seguirme que se niegue a sí mismo". Como sacrificio se propuso no salir de su casa sino al templo y cuando alguna persona tuviera alguna urgente necesidad de su ayuda.

Mariana recibió de Dios el don de consejo y así sucedía que los consejos que ella daba a las personas les hacían inmenso bien. A un sacerdote muy sabio pero muy vanidoso le dijo después de un brillantísimo sermón: "Mire Padre, que Dios lo envió a recoger almas para el cielo y no a recoger aplausos de este suelo". Y el padrecito dejó de buscar la estimación al predicar.

Sucedieron en Quito unos terribles terremotos. Un padre jesuita dijo en un sermón: - "Dios mío: yo te ofrezco mi vida para que se acaben los terremotos". Pero Mariana exclamó: - "No, señor. La vida de este sacerdote es necesaria para salvar muchas almas. En cambio yo no soy necesaria. Te ofrezco mi vida para que cesen estos terremotos". La gente se admiró de esto. Y aquella misma mañana al salir del templo ella empezó a sentirse muy enferma. Pero desde esa mañana ya no se repitieron los terremotos. Por otro lado, una terrible epidemia estaba causando la muerte de centenares de personas en Quito. Mariana ofreció su vida y todos sus dolores para que cesara la epidemia. Y desde el día en que hizo ese ofrecimiento ya no murió más gente de ese mal. Por eso el Congreso del Ecuador le dio en el año 1946 el título de "Heroína de la Patria".


Acompañada por tres padres jesuitas murió santamente el viernes 26 de mayo de 1645. Desde entonces los quiteños le han tenido una gran admiración. Y por su mediación fueron muchos milagros alcanzados, que le permitieron recibir del Papa Pío IX la declaración de beata y del Papa XII la declaración de santa.

viernes, 1 de agosto de 2014

La Santidad

Cuando escuchamos que todo cristiano debe alcanzar la santidad, nos aterramos o nos hacemos los desentendidos, pues creemos que la santidad es para unos pocos y nos cuesta creer que todos podemos ser santos. Pero ¿Qué es la santidad? ¿Será verdad que solo unos pocos pueden o son elegidos para ser santos? Son preguntas fundamentales cuando hablamos de santidad.

San Pablo nos recuerda que todos fuimos elegidos por Dios para la santidad: “Él (Dios) nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor” (Efesios 1, 4). Sí, fuimos elegidos en Cristo Jesús; por ello la santidad es tener como referente, de nuestra vida, a Cristo Jesús, para así reproducir su imagen en el mundo, así lo afirma el apóstol: “Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Romanos 8, 29). Esto es posible, por la sencilla razón que la santidad la hemos recibido en el bautismo, fuimos revestidos de Cristo Jesús (cfr. Gálatas 3, 27), debemos conservar la santidad, contemplando al Señor todos los días, como nos lo diría la Carta a los Hebreos, teniendo “fijo los ojos en Jesús” (12, 2).

El santo o la santa, es la persona que ha hecho una opción de vida por el Señor Jesús. Quiere vivir como nos lo propone el evangelio, busca tener los mismos sentimientos que Cristo (cfr. Filipenses 2, 5), haciendo todo con amor (cfr. 1Corintios 16, 14). Buscando con su vida el Reino de Dios (cfr. Mateo 6, 33).

La Iglesia Católica ha llevado al altar a tres ecuatorianos, a quienes por haber optado por el Señor Jesús vivieron santamente y transformaron sus entornos, ellos son: Santa Mariana de Jesús Paredes y Flores, Santo Hermano Miguel y Santa Narcisa de Jesús.  

lunes, 7 de julio de 2014

Ordenaciones Presbiterales

P. Marco Antonio Cerón Cerón SDS
P. Jhon Alejandro Perdomo SDS


Los Salvatorianos Diáconos, Antonio Cerón y Alejandro Perdomo, el 14 de junio de 2014 recibieron el Orden del Presbíterado, segundo grado del Ministerio Sacerdotal, por imposición de manos y oración consecratoria de Monseñor Tulio Duque Gutierrez SDS, Obispo emérito de Pereira-Colombia. La ordenación se llevó a cabo en el templo parroquial San Pedro de Cumbayá-Quito, a las 11:00 am.  

En la celebración participaron algunos religiosos presbíteros salvatorianos y presbíteros diocesanos, como también una gran participación de fieles laicos. 

Que Dios bendiga a las familias de los ordenados, a la familia salvatoriana y a todos los fieles que han hecho parte del proceso formativo de estos jóvenes presbíteros. 

Luego de la ordenación, el Padre Antonio Cerón SDS, presidió su primera misa, a las 6:00 pm, en la Parroquia María Madre de la Iglesia (Miraflores Quito) y el Padre Alejandro Perdomo SDS, presidió su primera misa el domingo 15 a las 12:30 m en el templo parroquial de San Pedro de Cumbayá-Quito. 

Dios continúe llamando a más jóvenes a vivir con la espiritualidad, el carisma y la misión salvatoriana en el Ecuador. Dios bendiga nuestras vocaciones. Dios les conceda a estos nuevos ministros de la Iglesia generosidad y compromiso en su servicio pastoral.    










































Votos Perpetuos

Milton César Peña Perdomo SDS


El 13 de junio de 2014 nuestro hermano Milton Peña SDS, en presencia del Padre Juan Carrasquilla Osa SDS y en celebración eucarística, presidida por Monseñor Tulio Duque Gutierrez SDS, profesó perpetuamente sus votos de Castidad, Pobreza y Obediencia consagrada. De esta manera él le ha dado una respuesta concreta y perpetua a Dios en la vida Salvatoriana. 

Agradecemos a Dios que lo ha llamado a vivir más unido a Él y lo ha llamado a realizar su vocación junto a la familia salvatoriana. También le agradecemos porque nuestra presencia salvatoriana en el Ecuador cada día crece más y más. 

Que todos nuestros hermanos de comunidad, amigos, fieles y cercanos se unan a nuestras oraciones para seguir caminando con fe y confianza en el Divino Salvador. Y para que la comunidad Salvatoriana en el Ecuador se fortalezca cada día más.